Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1861-1862 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 2 de junio de 1862
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 133, 2.667 a 2.669
Tema: Prórroga para la terminación de varios ferrocarriles. Madrid a Zaragoza

El Sr. SAGASTA: Ruego pues a la mesa se sirva decir si yo tengo razón o no; si se ha admitido la adición, ha debido ser antes de la discusión del artículo, para después discutirse con el artículo; pero después de aprobado el artículo, está completamente prohibido por el Reglamento, y ya no es posible ni enmienda ni adición al artículo una vez ya aprobado.

El Sr. VICEPRESIDENTE (López Ballesteros): El que actualmente dirige la discusión, no estaba presente cuando esa resolución se ha tomado; pero según me acaban de manifestar los Sres. Secretarios, ésta es una adición que no afecta nada al artículo; de manera que puede votarse el artículo como artículo, y puede considerarse Ia adición fuera del artículo.

El Sr. SAGASTA: Debo manifestar al Sr. Presidente que S.S. podrá tener razón; pero mientras el Reglamento no varíe respecto de lo que ha de hacerse cuando las enmiendas o adiciones afecten en poco o en mucho o en nada, el artículo del Reglamento está terminante, y hay que cumplirlo.

El Sr. VICEPRESIDENTE (López Ballesteros): Está bien eso, Sr. Sagasta; pero también conoce V.S. que es necesario respetar lo que el Congreso ha acordado ya.

El Sr. SAGASTA: Sr. Presidente, tengo entendido que no ha acordado nada el Congreso, sino que ha habido reclamación por parte de algún Sr. Diputado; pero aun cuando lo hubiese acordado, no importa, porque el Reglamento no puede infringirse por un acuerdo del Congreso, y si ha habido infracción, siempre se está a tiempo de enmendarla.

El Sr. SAGASTA: Yo deseo, Sr. Presidente, que mire V.S. toda la gravedad que tiene esto; es verdad que el Congreso ha aprobado el artículo; pero también es verdad que el Congreso por un acuerdo no puede infringir el Reglamento.

Además, el Sr. Ballesteros ha pedido terminantemente que se discutiera con el artículo: no habiéndose discutido con el artículo, y habiéndose aprobado éste, la adición no hay medio de discutirla.

El Sr. SAGASTA: Acepto por completo Ias explicaciones que ha dado el Sr. Figuerola, y deseaba que se diesen por el respeto que me merece el Reglamento, sin el cual no puede haber discusión; y ya que hayamos faltado a él en otras ocasiones, no vayamos también a faltar ahora. Por consiguiente, yo me había levantado precisamente para abrir camino a la comisión para que adoptara un medio de salvar esta dificultad, pero respetando siempre el Reglamento, que está por cima de la mesa y del Congreso. Una vez hecho esto, una vez que consideramos la adición como artículo intermedio, yo voy ahora a hablar en contra de este nuevo art. 2.°

Empecé antes diciendo, señores, que para que todo fuese anómalo en esta discusión, lo era también la infracción que se había cometido por la intemperancia, permítasela la palabra, con que ha venido tratándose esta cuestión. Pero después de tanto ruido; después de una cuestión como la que hoy ha presenciado el Congreso; después de los giros distintos que se han dado a la cuestión por algunos señores Diputados y por los autores del voto particular, ¿qué ha venido a sacarse? ¿Qué se ha hecho de tanta alharaca de infracción de las leyes para que el ferrocarril fuera a parar a Zaragoza? ¿Qué se ha hecho de tantos intereses perjudicados de Zaragoza y de Aragón, de que tanto hablaban sus Representantes? ¿En qué ha venido a parar todo eso, si por último han venido a aceptar los graves perjuicios que no tenían necesidad de sacar aquí? ¿Qué han conseguido esos Sres. Diputados con tanto defender los intereses de Aragón, si tienen en último resultado que aceptar que la línea de Madrid a Zaragoza vaya a terminar a 14 kilómetros de Zaragoza? Pues si tanto se perjudicaba a Aragón; si las dos líneas no iban a morir a Zaragoza aislada o independientemente; pues si de esa manera se infringían tanto las leyes, ¿cómo esos Srs. Diputados han venido por último a prescindir de los intereses de Aragón, y a olvidarse de la infracción de las leyes, y aceptar lo que no tenían necesidad de pedir, lo que estaba convenido de antemano? ¿Es así como se defiende la prosperidad de Zaragoza, de que tanto se ha hablado aquí estos días?

Comprendo la pasión de que estos días estaban animados los Sres. Diputados por Aragón; lo comprendo para hacer que Ias dos líneas fueran a parar a Zaragoza; ¿pero qué le importa a Zaragoza que el empalme se haga en Ias Casetas o en Alagón? Lo que verdaderamente interesaba a Zaragoza era que las dos líneas fueran aisladas e independiente cada una por su lado, a morir en Zaragoza. Yo respetaba a estos Sres. Diputados; yo respetaba la opinión de Ios autores del voto particular; yo apruebo, yo veo con gusto el celo, el interés, hasta la pasión con que los Diputados por Aragón defendían y trataban de lograr del Congreso lo que acaso no creían poder lograr del Gobierno, el que las dos líneas fueran a parar a Zaragoza y tuvieran distinta terminación; [2.667] yo apruebo eso; yo apruebo el empeño conque eso se sostenía; pero ya hoy cuando han cedido de todo eso; cuando proponen que en lugar de ir a terminar la línea en Zaragoza, vaya a las Casetas, ¿qué han sacado esos señores Diputados? ¿Qué han sacado para Zaragoza? Nada más que una diferencia de 800 metros; es decir, la distancia que hay desde la Puerta del Sol al Ministerio de la Guerra, perjudicando a las provincias Vascongadas, a la Rioja, a Navarra y al cambio del vecino imperio con España en 18 kilómetros. Porque hay que tener en cuenta que los Diputados por Aragón estaban en su terreno antes de haber aceptado la transacción que han admitido S. SS.: estaban en su derecho defendiendo que las dos líneas fueran a parar a Zaragoza; pero venir a decir que las dos líneas empalmen en las Casetas en lugar de Alagón, no lo entiendo: yo estoy seguro que si a Zaragoza se la propone la resolución de este particular, lo resolverá de distinta manera de como lo han resuelto sus Diputados.

Zaragoza dirá: ante todo que vengan a parar aquí las dos líneas, pero de no ser así, que empalme donde sea más conveniente para todas las provincias, no sólo para mí.

Había marcados dos puntos de empalme, Alagón y las Casetas; empalmando en las Casetas se ocasiona una distancia de 800 metros más, es decir, que en 360 kilómetros que tiene la línea, se aumentaba una distancia, como he dicho antes, igual a la de la Puerta del Sol al Ministerio de la Guerra; esto no la aumentaba en nada, no ocasionaba perjuicio ninguno, y en cambio ese empalme ahorraba al comercio de las provincias Vascongadas, Navarra y Rioja con Madrid, y a la comunicación de España con el vecino imperio, una distancia de 18 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Pues si yo propusiera a Zaragoza esta cuestión, le diría: os vais a perjudicar en 800 metros, pero en cambio vais a beneficiar en 18 kilómetros a esa otra parte de España, y yo estoy seguro de que los zaragozanos que son aragoneses, son ante todo españoles, responderían: pues venga el perjuicio de los 800 metros, si de la otra manera han de salir las otras provincias de España beneficiadas en 18 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Por eso he dicho, Sres. Diputados, que la solución que habéis dado no puede aceptarla Zaragoza. Zaragoza aceptaría el que fueran a parar allí dos líneas con la idea de que se hiciera luego una bifurcación en Alagón; pero que una vaya a Casetas y otra a Alagón es una cosa absurda. ¿Y qué es lo que se pretende en cambio por los Diputados de Aragón o mejor dicho de Zaragoza? Una sombra, una ilusión. Señores, os han envuelto la píldora amarga en azúcar y os la habéis tragado.

Pretenden iqué bonito! que se autorice a la empresa de Pamplona a Zaragoza para que vaya a las Casetas independientemente de la línea de Zaragoza; es decir, que al lado de la línea de Madrid a Zaragoza, se autoriza para construir otra vía que tendrá un sistema distinto de administración y diversos empleados; de modo que se va a hacer una cosa mala impidiendo que el día de mañana se haga una cosa buena; porque esa doble vía la haría la empresa de Madrid a Zaragoza el día que lo exigiese la necesidad del tráfico. ¿Y aquel afán, pregunto yo ahora a los Diputados aragoneses, por salvar las leyes y el respeto a la legalidad? ¿No decían que era imposible que fuesen a morir a Zaragoza las dos líneas, independientemente la una de la otra, porque de esa manera se hollaban las leyes? ¿Dónde está la legalidad? ¿No se falta ya a ella?

En esta cuestión ha pasado una cosa singular: el voto particular que se había presentado y que ha sido sustituido por una adición, venía a ser una especie de censura o un acto de desconfianza hacia el Gobierno, porque la cuestión de que si la línea de Pamplona había de empalmar el las Casetas, kilómetro más arriba o más abajo, era una cuestión puramente administrativa que no debía venir al Congreso. ¿Y qué hicieron estos Diputados? Traer un voto particular, suscitando una cuestión de empalme en otra cuestión muy diferente, en otra que nada tiene que ver con esto, puesto que se trata sólo de conceder prórroga a las compañías que no hayan podido cumplir con sus compromisos.

Pues bien, en esa comisión donde hay Diputados de toda España, los hay también zaragozanos, que dijeron: a la ocasión la pintan calva y hay que cogerla por un cabello, el cabello es que aquí se habla de empalmes, y sobre esto vamos a hacer voto particular; de la misma manera que pudieron haberle hecho con la ley del notariado, si en aqueIla comisión hubiera habido Diputados por Zaragoza; pero como allí no los hubo, fue necesario hacerlo en este proyecto de ley sobre prorrogas de ferrocarriles. Pues bien: ¡cosa singular! Repito; los autores del voto particular, que como he dicho, no es más que un acto de desconfianza hacia el Gobierno, son Diputados perfectamente ministeriales, tan ministeriales, que a pesar de que son naturales representantes de sus distritos, y no de lo que se llama generalmente Diputados cuneros, me parece han cedido completamente. Han sido tan ministeriales a todo trance, que proponiendo una especie de voto de desconfianza hacia el Gobierno, Ie han abandonado; al paso que los Diputados de oposición que había en la comisión, decían; no, aquí no debe temerse nada, esta es cuestión que debe resolverla el Gobierno; resuélvala, nosotros confiamos en su rectitud que la resolverá como conviene. ¿Qué quiere decir esto? Los autores del voto que son tan amigos del Gobierno, que creen que este Gobierno es impecable, que le consideran bendito, no quieren sin embargo que resuelva esta cuestión. Los Diputados de oposición por el contrario, que creen que el Gobierno no sólo no es impecable, sino que es pecador y muy pecador, desean no obstante que la resuelva. ¿Por qué esto? Porque los autores del voto particular no tienen completa confianza en la justicia de su causa, y los individuos de la oposición que figuran en la comisión, tienen tal convencimiento de la conveniencia del empalme, que lo dejan a la resolución del Gobierno.

 Pues bien, el Gobierno que estaba estudiando esa cuestión, el Gobierno a quien correspondía resolverla, no lo hizo sin duda por no tener todos los datos necesarios, y luego ha venido a resolverla por una transacción. El Sr. Ministro de Fomento antes de traer el expediente no creyó que debía resolver esta cuestión. ¿Por qué la ha resuelto después? Esta no era cuestión para resolverla en los salones del Congreso sino en el Gabinete del Ministerio. De manera que aquí unos y otros han faltado. Los Diputados aragoneses no han debido transigir, han debido librar la batalla aunque tuvieran la seguridad de salir derrotados en ella, porque hay derrotas que honran más que las victorias. Cinco años hace que vienen sosteniendo una cosa, y cuando Ilega la hora del combate abandonan el campo. Pero si los Diputados aragoneses no debieron aceptar esa transacción, tampoco debió aceptarla el Ministerio. Era un acto de desconfianza, sostenido por razones que tenían para ello, y después de examinar con los datos necesarios este asunto, se hubiera resuelto como conviene a los intereses del Estado y no con la precipitación que se ha hecho en este momento.

Hay cuestiones que no se pueden resolver por transacción. A mí me admiraba oír antes a algunos Diputados ministeriales hablar contra Ias compañías que en mi concepto es hablar contra el Gobierno, porque de todo lo malo que hacen Ias compañías tiene Ia culpa el Gobierno, y decía [2.669] para mí, empiezan de buena manera, empiezan a hacer la oposición por tabla, a ti te lo digo Pedro, entiéndelo tú Juan, y nosotros nos levantábamos aquí a defender la actitud en que se había colocado el Sr. Ministro de Fomento, no la que ha tomado esta tarde.

Pero ya se ve; sin duda el Sr. Ministro de Fomento se amedrentó al ver esa oposición que se le venía encima, esa oposición de algunos Diputados impacientes, insistentes, apasionados, muchos en número, porque ya somos pocos en absoluto, dijo: esto va malo, es preciso buscar remedio. A este propósito, recordando yo aquello de qué amigos tienes, Benito, y refiriéndolo al Sr. Ministro de Fomento, se me ocurrió decirle: buenos amigos tienes, Antonio. Buscó efectivamente remedio S.S. y recordando lo que había hecho en la cuestión de montes, en la cual parece qua en una sola noche se transigieron tantas enmiendas como había presentadas, puso en juego el mismo recurso. Sin duda dijo S.S., ese camino de la transacción me condujo entonces a buen término; pues hagamos ahora lo mismo. Y hace mal el señor Ministro de Fomento: S.S. no tiene necesidad de apelar a esos recursos: procure estar siempre en buen terreno, y no tenga cuidado por esas pequeñas tempestades que se levantan aquí. La verdad se abre camino por todas partes, la luz disipa las tinieblas, y cada cual queda en el sitio que le corresponde.

Por lo demás, ¿qué es lo que pretenden esos Sres. Diputados, y qué es lo que hace el Gobierno? Autorizar a una compañía para que haga lo que la dé la gana. Si esa compañía cree necesario pedir autorización para alargar la línea, ella lo pedirá; pero dar autorizaciones sin que nadie las pida, no es digno del Congreso, no es digno de la comisión, no es digno del Gobierno. La empresa puede no aceptar la autorización que aquí se la concede, y nosotros no podemos legislar para ver después que lo que aquí se hace se deja a voluntad de Ias empresas. Si mañana viniera la empresa y dijera: no hago caso de la autorización que me ha dado el Congreso, ¿cuál sería nuestra situación? La empresa pedirá lo que quiera que se le conceda, pero nosotros no debemos conceder nada sin que se nos pida, y mucho menos a empresas particulares. Además es completamente inútil la concesión. En último resultado,¿para qué queremos dos líneas? Si hacen falta, la compañía Ias pondrá con un solo sistema de administración, con un solo orden de cosas sin necesidad de que haya dos compañías, cada una de las cuales tenga su línea, viniendo a constituir un padrón de ignominia y un monumento de ignorancia, según aquí se dijo con motivo de otras dos líneas que iban a hacerse de la misma manera qua van a construirse estas otras.

No son mías estas palabras; son del Sr. Ministro de Fomento, antecesor del Sr. Marqués de la Vega de Armijo, que confirmando lo que yo había dicho acerca de otras dos líneas, afirmó que serían un padrón de ignominia y un monumento de ignorancia.

Cuando las cosas se hacen mal, bueno es que se hagan por algo; pero hacer las cosas mal para que no resulte nada, eso no se ha visto nunca, y eso es lo que va a resultar ahora. Esta cuestión no tenía más solución que la que se hubiera tomado en el Ministerio de Fomento, si no se hubiera tratado de precipitarla; esta solución consistía en empalmar en las Casetas, y de esta manera ganaría la provincia de Zaragoza, la de Barcelona, Ias Vascongadas y la Rioja, por el tráfico que puede haber entre todas estas provincias y el vecino imperio, mientras que con la solución que aquí se propone, sin ganar nada Zaragoza se perjudica a todas esas provincias. Además de esto añado para concluir que con esta audición, y no quiero repetir las palabras del Sr. Ministro de Fomento, se va a hacer una cosa inconveniente y poco digna del Congreso de los Diputados.



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